lunes, 10 de marzo de 2014

Son las nueve



Son las nueve, yo creí que eran las tres,
todavía... no pude comer
ni dejar de temblar. No era un juego:
era fuego.
Y habrá que pagar la cuenta del incendio.
Pero aquellas maratones
sin parar de escupir canciones
fueron buena pesca y tal vez
el dolor desaparezca... 
Y algún día podamos repetir lo peligroso 
del arma, cargada de polvo,
que en la mano
de un artesano de canciones
puede merecer la pena
si el veneno no envenena...
puede merecer la pena…
Uh, son las nueve, yo creí que eran las tres,
¿qué diferencia hay?,
el sueño va a llegar mejor, o igual
desmayar el cansancio de vivir
ayer sí decidí que terminé, uh...
En mi casa fui un león
más allá de los horarios
rompí algunos récords
varios tiempos coronarios
pero fueron las canciones
mi recompensa:
canciones de dolor real
pero canciones nomás,
canciones partidas por la mitad
pero canciones nomás,
canciones de amor perdido
pero canciones nomás,
canciones que confiesan todo
pero canciones para mí… y los demás…
Pero si los demás
terminan por derramar una lágrima o cantar
será un premio
más valioso que el dinero:
eso ya lo tengo
y la tristeza… también…


martes, 27 de diciembre de 2011

Algún lugar encontraré


Estoy cansado de buscar
algún lugar encontraré
estoy malherido
estuve sin saber qué hacer
en algún lugar... te espero...
Estoy cansado de esperar,
pero igual igual no tengo a dónde ir
Ayer la tormenta casi me rompe el corazón
pero igual te quiero
En algún lugar...
el tiempo y la distancia ya no existen para mí
lo dejé todo aunque todo lo recuerdo muy bien
y a fuerza de partir voy a saber lo que es volver y volver.
Volver...
Un ángel me vino a buscar
igual igual no lo quiero seguir
me dice la gente que deje de pensar así
pero igual te espero
en algún lugar te espero
Perdí noción del tiempo y el lugar
no sé ni dónde tengo la nariz
será que las cosas no vuelven al mismo lugar
pero igual te espero en algún lugar te espero...
Será que las cosas no vuelven al mismo lugar
pero igual algún lugar encontraré
pero igual igual no tengo a dónde ir...

lunes, 22 de agosto de 2011

Calamaro cumple 50 años

MADRID [EFE]. Elevado por derecho propio a los altares del rock argentino, Andrés Calamaro celebra hoy su quincuagésimo aniversario mientras disfruta de unas vacaciones en Buenos Aires, antes de retomar su actividad en Estados Unidos.

Durante sus inicios, en 1981, mientras estuvo con Los Abuelos de la Nada, también actuó como tecladista en la banda de Charly García, y publicó el primero de una serie de discos en solitario, entre los que cabe destacar “Hotel Calamaro” (1984) y “Nadie sale vivo de aquí” (1989).

En la primavera de 1990, tras haber sido productor de grupos como Los Enanitos Verdes o Los Fabulosos Cadillacs, funda “Los Rodríguez” junto al guitarrista Ariel Rot. Lamentablemente, las luchas de egos acabarían con la formación, pero nos dejaron álbumes como “Buena suerte”, “Sin documentos” y “Palabras más, palabras menos”.

En 1997, empezó su segunda etapa en solitario con “Alta suciedad”, un álbum que incluía temas como “Loco” y “Flaca”. Luego llegarían “Honestidad brutal” (1999) y “El salmón” (2000), posiblemente sus dos mejores discos, después de eso sufrió un bloqueo que lo mantuvo cinco años en silencio. Durante aquel período se llegó a temer una retirada prematura, pero el propio Calamaro desmintió los rumores en el 2004 con el lanzamiento de “El cantante”, un disco de versiones de clásicos del folclor sudamericano. Este giro hacia la música de raigambre latina continuó en: “El palacio de las flores” y “Tinta roja”, ambos editados en el 2006, en los que se puede apreciar un interés por ritmos como la cumbia, la salsa y el tango.

Más adelante, un espíritu optimista y desenfadado apareció en “La lengua popular” (2008), un disco de canciones muy pegadizas a las que en el 2010 se sumarían las del menos acertado “On the rock”.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La libertad


Creo que todos buscamos lo mismo:
no sabemos muy bien qué es ni dónde está.
Oímos hablar de la hermana más hermosa
que se busca y no se puede encontrar.
La conocen los que la perdieron,
los que la vieron de cerca, irse muy lejos,
y los que la volvieron a encontrar…
La conocen los presos:
la libertad.

Algunos faloperos,
algunos con problemas de dinero,
porque se despiertan soñándola,
algunos que nacieron en el tiempo equivocado:
la libertad.

Todos los marginales del fin del mundo,
esclavos de alguna necesidad,
los que sueñan despiertos,
los que no pueden dormir:
la libertad.

Algunos tristemente enamorados,
pagando todavía el precio del amor.
Algunos que no pueden esperar,
y no aguantan más la necesidad…

Algunos cautivos de eso,
que no saben dónde mirar,
tengo algunos hermanos y una hermana muy hermosa:
la libertad.

Igual que Norberto, me pregunto muchas veces:
“¿Dónde está?” Y no dejo de pensar:
“será solamente una palabra, la hermana hermosa:
la LIBERTAD”.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Calamaro en Arequipa: el hedonista e(sté)tico

Por Orlando Mazeyra Guillén

«Mis páginas en blanco son los recitales que todavía no hice», afirma Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961). Arequipa, en el que sin duda será el evento musical del año, tendrá la oportunidad de convertirse en la página en blanco que seduzca al célebre cantautor, para rendirse, en una noche de clímax rockero, ante las copiosas melodías de esta leyenda del país de Gardel, Charly García y Fito Páez, que ha hecho de su disidencia («siempre seguí la misma dirección, la difícil: la que usa el Salmón»), su honestidad brutal («malo el mentirle a tus hijos, peor el que aconseja sin saber») y de ese inagotable afán por reinventarse y desmarcarse de sí mismo: una enfermedad congénita, una metamorfosis épica que sus seguidores agradecemos con fervor: acoplando, así, su versatilidad y lirismo a nuestras circunstancias íntimas, asociando –gracias a la magia y potencia de la música– sus creaciones con momentos decisivos; también verbos o adjetivos, que calzan como guantes en nuestras biografías anónimas o memorias colectivas (el amor y su contracara, la guerra y las dictaduras, el exceso y la nostalgia de su ausencia, la soledad, la angustia, la búsqueda de casas o de «alguna casa», el dolor, el afán contestatario, la violencia en todas sus formas y derredores, los reos de nocturnidad, los perdedores; sin dejar pasar la pasión por el fútbol o Bob Dylan, etcétera).

Confieso que me cuesta creer que este ídolo del rock en español, eficaz aglutinador de masas por donde vaya, en sus inicios, se conformaba con ser tecladista. Pues –como le confesó al caricaturista Ricardo Liniers– al principio, cantar ante a un auditorio atestado de gentes le resultaba una experiencia terrible y abrumadora.

Aunque llega a Arequipa como parte de la gira de presentación de su último disco: «On The Rock» (2010), para nadie es un secreto que «Honestidad Brutal» (1999), su décimo álbum como solista es también su buque insignia, con sus 37 entregas en dos discos, constituye el punto más alto en su devenir creativo: «Costó. Mucho. Tal vez demasiado –le contó el Salmón al escritor Rodrigo Fresán–. Todavía estoy pagando». Y no miente, porque se refiere a una monstruosa producción que podríamos entender como una desaforada tentativa por introducirse sin reparos en una espiral vitalista, una «orgía perpetua», el festín del insomne sin remedio, donde la realidad y la irrealidad se confunden, se cruzan y descruzan a través del experimento, los alucinógenos, psicotrópicos y la behetría. Es, según el propio Andrés Calamaro (AC), el disco del exceso que, once años después, sigue siendo la piedra de toque de toda su trayectoria artística (todo lo que haga o deshaga será cotejado con este trabajo): «Son sueños y pesadillas del rock and roll», sentencia AC, quizá recordando el fraseo sicodélico de ese clásico llamado «Te quiero igual» que también es un homenaje a Dylan: «No sé si estoy despierto o tengo los ojos abiertos. Sé que te quiero y que me esperan muchos más aeropuertos». En esta satisfacción viciosa que mezcla altas dosis de amor, euforia y de locura, donde el paroxismo no es más que una impronta que dará cuenta de un instante eterno en el cual los «aeropuertos» adquieren un hálito que escapa a esa innecesaria definición formal del recinto destinado al tráfico de aviones (y de otras cosas); los aeropuertos son, para el Salmón, los lugares a donde él viajó, no sana ni santamente, solo o acompañado (de otras cosas), allí, lejos, «el centro de la tierra (donde) las raíces del amor, donde estaban, quedarán».

Hincha del Rojo (Independiente de Avellaneda, cuna de cracks como Ricardo Bochini) e incondicional de Maradona, a quien le dedicó una sensible melodía que, al igual que «El perro», incendia los conciertos en su natal Argentina. La canción que homenajea al mejor futbolista de todos los tiempos tuvo y tiene muchos críticos, pero AC, con particular sencillez, nos hace entender que los seres humanos estamos por encima de cualquier mito o fanatismo: «la canción es el rescate del individuo por encima de cualquier rito masivo».

AC, el hedonista e(sté)tico, cumple también una labor cívica, como caústico opinador de la realidad argentina y, por qué no, latinoamericana y española. Tomando partido, con su peculiar estilo, en temas o coyunturas que a otros hacen callar o cerrar los ojos («otra vez nadie dice la verdad, ni en pedo ni de casualidad, la coima en el senado no es pecado, (pero) el pibe está en cana por viajar colado. Nadie dice esta boca es mía, pero a mí me hacen denuncia por apología; mientras tanto pasan factura: son los paladines de la mano dura… ¡Lástima, Argentina, eras un bizcochuelo, ahora eres gelatina!». Calamaro coincide, por ejemplo, con el Nobel Mario Vargas Llosa (a pesar de haber bromeado en algún concierto diciendo que el novelista arequipeño había decidido «devolver el Nobel para dárselo a Joaquín Sabina») en temas que erisipelan o crispan a muchos: los toros y la legalización del consumo de drogas.

El año 2005, en el mítico concierto denominado El Regreso, en el estadio de Obras Sanitarias, en Buenos Aires, AC trató de explicarle al público (desilusionando a no pocos de los más de 22 mil exultantes seguidores), que su coreada melodía titulada «Media Verónica» no estaba inspirada en una mujer, sino que hacía referencia a «una de las suertes que hacen los toreros, una posición como de baile para enfrentar al toro, ¡algo artístico!». Muchos repudiaron lo que entendieron como una oda a la fiesta brava. No obstante, Andrelo no dio marcha atrás y terminó con una conclusión rotunda: «A mí me gustan mucho los toros y acá comemos mucha carne, así que todo bien, ¿no?».

Todo bien, Andrés, ¡todo bien! Los arequipeños también comemos mucha carne. Además, acá, al pie del volcán, amamos otra fiesta, digamos más pareja y menos salvaje (quizá revestida de un arte más rudimentario), enfrentando a los toros entre ellos, a veces utilizando a la vaca o ternera como ‘manzana de discordia’ y el concurso del hombre pasa a un segundo plano, pues es través de arengas o silencios como se involucra, y, desde luego, para tomar decisiones en cuanto al toro ganador, como en una pelea de box. Pero, más allá de coincidir o no con tus posturas políticas o culturales, sabemos, al menos tus seguidores, que tu Rock está por encima de todo. Y Arequipa siempre será vulnerable a tu lado más amable, en este pedazo del planeta siempre contarás con soldados de tus lados más malvados y arquitectos de tus lados incorrectos. Calamaro, artesano de nuestros lados más humanos («¡qué más quisiera que pasar la vida entera como estudiante el día de la primavera!»).

Ojalá el repertorio y el aliento del público arequipeño den pie a la mejor antología de la portentosa producción calamaresca: El Salmón, Flaca, Crímenes Perfectos, Mi enfermedad, Los divinos, Te quiero igual, Clonazepan y circo, La parte de adelante, Sin documentos, Paloma, Media Verónica, Me envenenaste, Mil horas, Estadio Azteca, etcétera.

Sabemos que veremos a un Calamaro más asentado, con mujer e hija, y ya frisando los cincuenta. Pero –y esto es lo más estimulante para él y todo el público– con muchas páginas en blanco esperando por su indiscutible talento, su hedonismo, antes que ético, estético. Y, si las crisis vuelven: «parte de mí no cambió, y a la vez, ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás», que sean para darle de comer al monstruo que pide un poco de amor para retribuir con una montaña de horror: «los hombres creen que tienen dieciocho años hasta que tienen veintiocho. Y un día se miran al espejo y se dan cuenta (…) Yo tengo la suerte o la desgracia de que muchas veces mis canciones se dan cuenta de lo que me pasa o me va a pasar antes que yo».

Estaremos a tu lado, Salmón, coreando cada canción, alentando a rabiar al poeta maldito que se disfraza de cantante (y viceversa). Porque todos, al unísono y en complicidad terminante, podemos exclamar: «Quiero arreglar todo lo que hice mal».

Arequipa, noviembre 2010.

Nota.- Calamaro en el concierto del jueves 11 en Lima se fue y volvió varias veces. Esperemos que el público arequipeño se ponga las pilas. Entre las canciones que tocó en la capital, estuvieron:

1. Let it be (Los Beatles)
2. El Salmón
3. Los divinos
4. Mi enfermedad
5. Tres Marías
6. Mil horas
7. Tuyo Siempre
8. Todos se van
9. Mi gin tonic
10. Todavía una canción de amor
11. Me estás atrapando otra vez
12. Flor de samurai
13. Buena Suerte y Hasta Luego
14. Costumbres Argentinas
15. El perro
16. Te quiero igual
17. No woman, no cry (Bob Marley)
18. Los chicos
19. Estadio Azteca
20. Crímenes perfectos
21.Volver (Tango)
22. Flaca
23. Alta Suciedad
24. Canal 69